Las masías y casas pairales: orígenes y características.

A pesar de que todas las propiedades de interior cuentan con su propio atractivo, ni qué decir tiene que las masías cuentan con un encanto especial. No en vano, estas grandes viviendas han perdurado hasta la actualidad y constituyen uno de los símbolos por excelencia de la cultura catalana y aragonesa.

El origen de las masías hay que buscarlo en los siglos posteriores a la caída del Imperio Romano. Tras la creación del Reino Visigodo, los núcleos urbanos acentuaron su decadencia y un gran número de grandes propietarios se trasladaron al medio rural. Una tendencia que se había iniciado en los compases finales de Roma y que tenía su precedente más inmediato en las villas rurales. En el noreste de la Península Ibérica, las villas se convertirían en grandes fincas con una gran casa señorial situada generalmente en el centro del territorio constituyendo con el tiempo un tipo de vivienda muy particular: las casas pairales.

Una casa pairal era (y sigue siendo) una suerte de casa solariega en la que han convivido principalmente miembros de una misma familia o linaje. Esta denominación está circunscrita casi en exclusividad a la zona de Cataluña, no así las masías que son también habituales en las actuales comunidades autónomas de Aragón y Valencia. Entre las características formales de estas propiedades cabe destacar el empleo de grandes sillares de piedra sin pulir, lo que contribuye a ensalzar su naturaleza rural. De igual modo, nos encontramos ante una arquitectura eminentemente adintelada, siendo muy habituales los techos lisos y los tejados a doble vertiente.

Las masías comenzaron a adquirir su actual fisionomía entre los siglos XI y XII, momento en el que tuvo lugar la unión del Reino de Aragón y el condado de Barcelona. Evidentemente, su importancia a lo largo y ancho del territorio de la Corona de Aragón fue dispar, siendo la Cataluña Vieja la zona más importante en este sentido. Otros rasgos formales de estas fincas son el número de plantas, que suele oscilar entre dos y tres, y las ventanas de pequeño tamaño. No debemos olvidar que en muchos casos las masías tenían también connotaciones defensivas, especialmente las más meridionales.
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