Se vende una fortaleza medieval en Castilla

Este castillo, o castillo palacio (como se refería el marqués de Moya pese a su aspecto de bastión defensivo) o Fortaleza, como es conocido desde tiempos remotos en Cardenete por la dimensión de sus muros, fue mandado construir por el primer marqués de Moya, don Andrés de Cabrera y su mujer Beatriz de Bobadilla, importante matrimonio en las cortes de Enrique IV e Isabel la Católica.

Su construcción se data a principios del siglo XVI, Andrés de Cabrera muere en octubre de 1511 y en estas fechas el castillo tenía la estructura y al menos terminada la torre del Homenaje.

Consta de una planta rectangular con cuatro torreones en las esquinas y una superficie total de 1.309 metros cuadrados.

Cada torreón tiene un diámetro de 11,50 metros excepto la Torre del Homenaje que tiene 13,70 metros.

Sus gruesos muros que en todo el perímetro son de 2,80 metros de grosor y en la Torre del Homenaje al sudoeste de 3,40, están preparados para soportar el ataque de artillería.

Fue de tardía construcción y aunque perfectamente preparado para estos nuevos sistemas de ataque, nunca se llegó a emplear en batallas.

El patio central constaba de una gran superficie libre, donde se podían ubicar decenas de cabezas de ganado y en todo el contorno, previsiblemente, edificaciones de madera y adobe, donde la planta baja a nivel de suelo se solía destinar para las cuadras, enseres y alimentos de los animales.

En un primer piso las habitaciones para la tropa. Unas escaleras externas daban paso a la Torre del Homenaje, donde tenían la residencia los marqueses cuando visitaban la villa.

En ella, una planta completa con un gran salón decorado con tapices y en la planta superior los dormitorios con acceso directo a la terraza del torreón junto a las almenas.

En los sótanos de esta torre del Homenaje se hallaban los recursos alimenticios para abastecer al castillo, así como un manantial de agua potable para poder soportar largos periodos de asedio.

Un amplio estudio realizado por don Mariano López Marín sobre la revuelta comunera en Cuenca, nos habla del asedio sufrido en este castillo.

“La revuelta comenzó en el sudoeste de la provincia, lindante con Toledo, en julio de 1520, cuando la comunidad de Cuenca se rebeló contra el corregidor real, y llegó a Moya a principios de octubre de ese mismo año.

El entonces marqués de Moya don Juan de Cabrera y Bobadilla, viendo que la misma villa de Moya y los pueblos aledaños se unían a esta sublevación, tuvo que huir con su familia, custodiado por sus tropas, en dirección a su fiel Cardenete, en el camino se vieron enfrentados en una emboscada en Fuentelespino, que costó la vida a buena parte de sus soldados.

Aquel paraje aún hoy se conoce como “la Cañada de la Matanza”. Herido y no sin esfuerzo consiguió al fin llegar este castillo con su familia, donde esperaba poder recuperarse de sus lesiones.”

En la madrugada del 30 al 31 de octubre de 1520, tres mil hombres armados llegaron a la población sitiando el castillo.  

En contra de lo que preveía el marqués, la villa de Cardenete se une a los comuneros en su ataque al castillo.

La situación se hace insostenible para el marqués, que enfermo inicia la huida con su mujer y su hija acompañado de sus tropas hacia el castillo de Víllora, los rebeldes saquean el castillo robando tapices, joyas, oro, cuberterías de plata y cuantos objetos de valor encuentran.

El marqués es perseguido y asediado en Víllora donde también sigue perdiendo hombres, entre ellos dos sobrinos, al fin consigue poner a salvo a su familia cruzando hasta Solera. No sin antes jurar venganza contra la infiel Cardenete.

Tras dos años y varias contiendas en diferentes lugares de Moya, la rebelión comunera es sofocada.

Una vez restituido el dominio de Moya para el marqués, don Juan de Cabrera reafirmó la venganza que tenía sobre Cardenete y de este modo establecer sus derechos señoriales.

Obligó a los vecinos a reconstruir la fortaleza, ampliando la entrada principal para poder repeler un ataque campal, resaltando el objetivo de la artillería. Los vecinos se vieron obligados a cercar diversos pastizales para uso exclusivo del marqués. Entregar dos fanegas de trigo por cada veinte que recogiesen y pagar compensaciones en metálico por agravios cometidos.

Fijémonos en la antesala de la entrada principal, montada sobre el arco de sillería primario, cuando los comuneros asediaron el castillo ésta no existía, la entrada estaba desprotegida ante un ataque de esa índole, cuando ordena su reconstrucción, este avance mejora las deficiencias que tenía la seguridad del castillo.

Años más tarde, Cardenete, harto de soportar el yugo del marqués y sus tropas, urdió un plan para terminar con la vida de éste, bien elaborado entre un inquisidor de Cuenca con familiares en la villa, un fugado cabecilla de la revolución de Moya que vivía en su casa, y varios comuneros de Cardenete.

Este crimen previsto para el día de San Bartolomé de 1524 nunca se llegó a ejecutar, debido a que un delator lo traicionó. Esto costó la prisión de muchos cardeneteros que fueron encerrados en la real cárcel de Valladolid.

Más tarde en una serie de juicios que la villa emprendió contra el marqués de Moya, uno de los señores castellanos más poderosos, lograron vencerle. Consiguieron que ni él ni sus tropas les molestasen y aunque políticamente siguieron perteneciendo al marquesado, hasta la extinción de los señoríos en el siglo XIX, económicamente fueron completamente independientes de Moya.

En uno de los múltiples juicios que se realizaron en el Consejo de Castilla, el máximo órgano jurídico de la época, se concedió el portazgo de armas. En otro que el marqués compensase económicamente por los años de trabajos forzados. Y en otro muy polémico, incluso la destrucción del castillo, por haber sido signo de la opresión marquesal durante años en estas tierras.

Por fortuna no se llegó a destruir del todo. Aunque durante siglos muchas de las casas de la población fueron edificadas con las piedras que se iban extrayendo de sus muros. De ahí, que tenga este aspecto de obra inconclusa.

Desde el año 1987 pertenece por adquisición a la familia Tórtola, tras salir a subasta pública por parte de la casa de Alba. Desde entonces el empeño ha sido proteger la edificación para evitar el espolio y conservarlo en óptimas condiciones.

Se ha utilizado y se sigue usando para celebraciones festivas, cenas medievales, conciertos de música, cenas populares y cuantos eventos se requieran, siempre con la visión conservadora del entorno y su interior.

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