Tarragona, capital de la Hispania romana y sus edificios singulares.

Durante casi siete siglos, los romanos tuvieron en la Península Ibérica uno de sus bastiones territoriales más importantes. La riqueza natural y de recursos minerales, su privilegiado emplazamiento como frontera del Mediterráneo occidental y su conexión con el Atlántico eran argumentos de peso para que así fuera. La actual ciudad de Tarragona fue testigo privilegiado de este periodo.

El desembarco de las legiones romanas en la Península no se produjo por expreso deseo de colonizar estas tierras, o al menos no era su motivación fundamental. Este hecho aconteció en el 218 a. C. tras la decisión del Senado romano de socorrer a sus aliados íberos de Sagunto, que habían sido atacados por Aníbal y el ejército cartaginés. Este episodio dio comienzo a la Segunda Guerra Púnica, quizá el mayor conflicto militar al que tuvo que hacer frente la todavía República de Roma. De manera nada casual, la todavía pequeña población de Tarraco iba a adquirir una gran relevancia institucional.

Bautizada de ese modo por los propios romanos, Tarraco vio cómo, tras la victoriosa conclusión del enfrentamiento con Cartago, recibía un considerable flujo de colonos romanos. De este modo, los edificios singulares no tardarían en proliferar en forma de arcos del triunfo, el más importante es de época imperial y corona la Vía Augusta, o de las clásicas construcciones de ingeniería civil. Quizá el elemento más representativo en este sentido sea el acueducto que discurre por las afueras de la ciudad. Otro monumento de peso es la Torre de los Escipiones, supuesta tumba de este famoso linaje.

Poco a poco, la población de Tarraco aumentó de manera considerable, llegando al periodo imperial como una de las grandes metrópolis de Roma en Hispania. Es por ello que, una vez concluida la conquista de toda la Península, la principal subdivisión administrativa de la provincia fue la Tarraconensis. No en vano, en tiempos de Augusto esta subdivisión comprendía más del 60% del territorio peninsular. Fue entonces cuando se levantaron otros edificios singulares que han quedado para la posteridad, caso del Teatro, del Anfiteatro y de todos los restos que forman parte del Conjunto Arqueológico de Tarraco, reconocido como Patrimonio de la Humanidad.
 


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