Levantando el monasterio de san Lorenzo del Escorial
Uno de los signos más distintivos de los monarcas europeos de la Edad Moderna es la tendencia a edificar complejos palaciegos cada vez más monumentales. Aunque este comportamiento llegaría a su máxima expresión con el Palacio de Versalles, entre los edificios emblematicos de España sobresale por méritos propios el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
La construcción de tan fastuoso edificio comenzó en 1563, apenas siete años después de la entronización de su promotor, Felipe II. Con todo, el motivo último del inicio de las obras se remonta a 1557, cuando las tropas españolas vencieron al ejército francés en la batalla de San Quintín. Dado que aquel éxito militar tuvo lugar durante la festividad de San Lorenzo, Felipe II decidió honrar la memoria del mártir cristiano bautizando con su nombre el futuro palacio. Debido a sus espectaculares dimensiones, el complejo arquitectónico se proyectó en la madrileña Sierra de Guadarrama, favoreciendo además el retiro espiritual.
Encuadrar el Monasterio de El Escorial en un estilo concreto resulta imposible. De entrada, son evidentes los guiños exteriores e interiores a la arquitectura renacentista, lo que explica la ausencia de ornamentación y el triunfo de la recta sobre la curva. Por otro lado, el arquitecto principal, Juan de Herrera, desarrolló una cosmovisión artística propia que ha venido en denominarse herrerismo, un estilo personal caracterizado por la sobriedad. En cualquier caso, los espacios interiores del monasterio sí que ceden cierto protagonismo a la decoración, por lo que puede vislumbrarse cierta influencia del plateresco. Por otro lado, las pinturas y esculturas presentes en el interior son mayoritariamente renacentistas.
Las obras del Monasterio de El Escorial no se concluirían hasta 1584, aunque la Real Basílica se completaría en 1586. Lógicamente, junto con las dependencias netamente monásticas, el conjunto arquitectónico incluye distintos edificios emblemáticos. Uno de los más notables desde el punto de vista artístico es el Palacio de Felipe II, enclavado en el norte del monasterio y poseedor de salones cuidadosamente decorados. La siguiente estancia en orden de importancia es la biblioteca, que en la actualidad alberga más de 40.000 volúmenes entre códices, obras académicas y teológicas, mapas y una gran cantidad de publicaciones modernas.
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