Las fincas rústicas en Andalucía y su historia.
De alquerías a villas, el poblamiento en la ribera del Guadalquivir tras la conquista cristiana
Durante los siglos XII y XIII, la Península Ibérica asistió al mayor avance de los reinos cristianos hacia el sur. La victoria de las Navas de Tolosa en 1212 aceleró la descomposición del poder almohade y facilitó la incorporación de numerosas fincas de la mitad sur peninsular. Unas conquistas que conllevaron un cambio en el tipo de poblamiento.
La conquista cristiana de ciudades y fincas rústicas musulmanas planteaba un serio problema para los reyes castellanos y aragoneses. No en vano, aquellas amplias tierras no podían dejarse sin protección, para lo cual era necesario que alguien repoblara aquellas zonas y les sacase un rédito económico. Sin embargo, los señores feudales habían conseguido un elevado grado de poder en sus territorios y no estaban dispuestos a permitir que sus vasallos se desplazaran hasta el sur. Poco a poco, los reyes lograron que los nobles flexibilizaran esta postura y los campesinos comenzaron a llegar a las nuevas fincas.
A modo de reclamo, la Corona prometió a los repobladores un estatus jurídico mucho más beneficioso que el que disfrutaban en el norte. Por ello, tras las conquistas de Córdoba, Jaén y Sevilla a cargo de Fernando III, las antiguas alquerías musulmanas pasaron a convertirse en aldeas e incluso en villas libres. Esta situación motivó que no se formaran grandes propiedades a cargo de terratenientes, que obviamente no tuvieron ninguna ocasión de acceder a estas fincas. Los monarcas castellanos se guardaron mucho de facilitar la extensión del poder señorial, cuya influencia podría llegar a desbordarles.
En consecuencia, las fincas rústicas situadas en las cercanías del río Guadalquivir, nueva frontera meridional de la Cristiandad, se convirtieron en pequeñas propiedades agrícolas a cargo de familias campesinas que las trabajaban a cambio de un pago bastante módico a la Corona. Es evidente que esta realidad choca frontalmente con la situación actual de las fincas sevillanas o cordobesas, mayoritariamente en manos de grandes señores. A mediados del s. XIII, el paisaje andaluz contraponía dos realidades, la de los nuevos pobladores cristianos y la del reducto nazarí en Granada, y en ambos casos predominaba la pequeña propiedad y la ausencia de fincas para los nobles.
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