El auge de los monasterios en la baja edad media

Monasterios y edificios religiosos en venta

Tras la desmembración del Imperio Romano el continente europeo quedó completamente en manos de los pueblos bárbaros que habían derrocado al emperador. Prontamente, las tribus germánicas comenzaron a articular administrativamente sus territorios para configurar una larga serie de reinos que serían el embrión de los actuales países de Europa.

En paralelo con este proceso, el viejo continente comenzó a poblarse de monasterios, unos edificios singulares que se encargarían de preservar en gran medida la cultura grecorromana. El monacato se convertiría en una forma de vida y se multiplicarían las órdenes que se retiraban a las montañas en busca de una tranquilidad inexistente en las ciudades.

En el s. XI, los monasterios alcanzarían su momento de mayor expansión con la creación de la fastuosa abadía de Clunny. Fundada en 910 en la región francesa de Borgoña, la orden cluniacense seguía con gran rigor los principios de la regla benedictina. En las décadas siguientes, las abadías e iglesias dependientes de esta orden superaron holgadamente el millar.

La construcción de la gran abadía iba a suponer el canto del cisne del fenómeno monástico así como un hito arquitectónico en toda regla. Dado que la mayor parte de este espectacular recinto fue completamente destruida durante la Revolución Francesa, tenemos que servirnos de las crónicas antiguas para recrear su apariencia. A la orden de Cluny le seguiría en importancia la de Císter, surgida a finales del s. XI también en Francia. A juicios de los promotores de esta nueva orden, los hermanos cluniacenses se habían olvidado de sus votos de pobreza y de la vida sencilla. Por ello, los monasterios cistercienses destacarán por su sobriedad.

En territorio español cobró especial fuerza la orden de los Cartujos. Al igual que los cistercienses, los cartujos abogaron por recuperar las esencias del movimiento monástico, llamando a sus miembros al retiro espiritual y a privarse de cualquier suntuosidad. Esta filosofía iba a inspirar la creación de edificios singulares y profundamente austeros. Ya en el s. XIII, los franciscanos seguirían en idéntica línea pero conferirían mayor importancia a los espacios comunes y al aire libre. Ello redundó en monasterios con amplios patios que muchas veces también estaban columnados.

Actualmente encontramos en diferentes puntos de nuestra geografía, monasterios convertidos en atractivos establecimientos hoteleros, algunos de los cuales se encuentran en venta.

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