Albacete, de alquería a ciudad.

Muchas ciudades españolas cuentan con apasionantes leyendas fundacionales que van desde la aparición de alguna divinidad en su suelo hasta la acción de un ser sobrenatural. En el caso de Albacete los mitos sobre su fundación han sido orillados por el propio interés que suscita la historia real, que hunde sus raíces en la España musulmana.

A pesar de haberse hallado distintos objetos de procedencia dispar y cronología remota, la actual ciudad de Albacete tiene como origen una humilde alquería musulmana sin mayor importancia que la de ser uno de los escasos núcleos poblacionales de la zona. Fundada muy probablemente en algún momento del Califato de Córdoba (929-1031), la pequeña Al-Basit estaba vinculada a la actual Chinchilla de Monte-Aragón, concretamente en una llanura de la que adoptó el topónimo en árabe. Es por ello que Albacete no posee edificios emblemáticos como testigos de su periodo musulmán.

El avance del Reino de Castilla y la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) iban a trastocar este estado de las cosas. En una verdadera carrera contrarreloj para evitar que las huestes aragonesas de Jaime I se adentraran en su zona de influencia, Castilla se apresuró a conquistar los pequeños asentamientos musulmanes de la actual provincia de Albacete. Culminada la anexión de la Taifa de Murcia en 1243, Albacete pasa a detentar rango de aldea y por consiguiente se mantiene su dependencia de Chinchilla. Cabe destacar que el número de fincas agrícolas dependientes de la aldea era muy reducido. En 1375 la reorganización administrativa castellana le concede el título de villa.

Comienza entonces un largo proceso de crecimiento demográfico que atravesará distintas fases. Albacete supo alinearse siempre con las causas vencedoras (la monarquía frente a la nobleza, los Borbones frente a los Austrias...), consiguiendo así salir bien parada de todos los conflictos. Con todo, no conseguiría el rango de ciudad hasta 1862, momento en el que inicia su despegue definitivo, visible también desde el punto de vista de la construcción. De esta época proceden edificios emblemáticos como el Palacio de la Diputación de Albacete, símbolo de su creciente peso territorial, o el Teatro Circo, que recuerda poderosamente al estilo mudéjar.
 


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