Una antigua casa rectoral. 450 años bien llevados.

En un contexto arquitectónico marcado por vanguardias y modas rápidamente reemplazadas por otras corrientes todavía más innovadoras, resulta de lo más edificante encontrarse con propiedades de valor intemporal como la presente casa rectoral. Situada en la apacible localidad cántabra de Rasgada, esta vivienda lleva acogiendo a sus residentes desde hace casi 450 años.

En 1573, mucho antes de que las casas rurales poblaran las sierras españolas, se completó la construcción de esta propiedad. El contexto era ciertamente propicio en términos no solo económicos sino también políticos. Por un lado, el final del reinado de Carlos I había dejado a España como la mayor potencia mundial. Elementos como la colonización americana y la intensificación del comercio atlántico nutrían de mercancías y riquezas a los puertos españoles. Paralelamente, el mantenimiento del bastión de Flandes brindaba un segundo frente comercial todavía más dinámico que el primero. Por su situación geográfica, Cantabria se beneficiaba especialmente de esta circunstancia.

Desde el punto de vista político, la estabilidad era la nota predominante en la región. Tras algunos brotes comuneros en la primera mitad del s. XVI, la afinidad de los señores cántabros (pertenecientes en su mayoría a las grandes casas castellanas) a la causa del emperador beneficiaría a esta tierra de cara al futuro. No en vano, durante el reinado de Felipe II se fomentó la industria naviera regional para abastecer las fuertes demandas reales de grandes embarcaciones. De este modo, astilleros como los de Guarnizo o Colindres vieron incrementarse notablemente su producción. Con todo, la prosperidad económica se evidenció con mayor intensidad en la costa que en las zonas del interior.

La casa rectoral que nos ocupa ha llegado a nuestros días perfectamente adaptada a las exigencias actuales (caldera, aislamiento térmico, chimenea de hierro fundido...). Las distintas reformas y rehabilitaciones han ido aportando a la propiedad una imagen más acogedor e integrada en la gran belleza del entorno. Todo ello apostando decididamente por materiales nobles como la piedra o la madera, creando una apariencia más propia de las casas señoriales que de las casas rurales. Dividida en dos grandes plantas y una buhardilla, la vivienda cuenta con cinco dormitorios.